sábado, 7 de enero de 2012


La gente se olvida de lo básico, se olvida de lo trascendental. Lo realmente importante es siempre tener en cuenta lo que te hizo llegar, lo que te hace quedarte, lo que te hará seguir ahí.

Es la razón por la que levantarte y que aún sea de noche no es relevante, que el frío no se tenga en cuenta, que tres horas de camino no signifiquen nada.

Y de qué podemos estar hablando?

Será que hablamos de la arena? Su tacto es incomparable a cualquier otra cosa, no hay nada como sentir la arena de la orilla bajo los pies, augurio de momentos épicos, responsable de sonrisas sin causas. No hay nada como llegar a casa y descubrir que aún tienes finos granos de arena dorados como el oro dentro de los bártulos para hacerte recordar el día en fotogramas perfectos. Pero no, no hablamos de la arena.

Será que hablamos del sol? Siempre nos acompaña, siempre nos da la bienvenida al nuevo día, nos despereza cuando amanece mientras alguien conduce de camino al paraíso, broncea nuestra piel, nos señala el sendero y muchas veces mientras estamos ahí dentro, es quien nos da la vida. Sin él nada es lo mismo, hace de un buen día un día excepcional…pero no estamos hablando de él.

Será que hablamos del mar? El gran amigo, el prota del día. Es quien nos hace ponernos en marcha sin rumbo fijo, es quien determina en gran medida la valoración final de la jornada. Es quien nos recibe con sus frías y cristalinas aguas semana tras semana, quien nos da alegrías y sustos, el soporte de lo que hacemos, el norte de nuestra veleta, el origen de nuestra forma de vivir. Y aún así, no, no estamos hablando de él.

Poco queda por nombrar, no es la arena, no es el sol, no es el mar…no hay muchos elementos más que recordemos del viaje, pero aún así que lo más esencial, lo que le da sentido a todo esto.

Es la compañía. Levantarte cuando aún es de noche para quedar con tus colegas en la fría calle y poner rumbo a paraísos que solo unos pocos conocen, viajar durante más de 3 horas en silencio o hablando, mirar spot por spot esperando encontrar el sitio idóneo para la ocasión, pisar juntos esa arena que tantas otras veces atrás habéis pisado juntos, sentir ese sol todos a la vez y volver la cara como uno solo hacia donde éste esté, entrar todos en el mar a la vez remontando juntos hacia el pico, remar la primera ola mientras los demás gritan, animan, remontan, se echan las manos a la cabeza, rien…sentir la euforia de disfrutar juntos algo único, sentir a la familia cerca, las bromas, los chistes, los nervios. Y una vez de vuelta a la tierra, contar las historias, exagerar los tamaños y la duración de los tubos, contar maniobras que nadie vio, relatar olas perfectas que nadie pudo llegar a coger. Y así, de un momento cualquiera marcado por una infinidad de coincidencias sumadas unas a otras, llegar al momento perfecto, encontrar la paz, la tranquilidad y comprender una vez más por qué seguimos haciendo lo que hacemos.

Lo que realmente marca lo que hacemos es la gente que lo rodea. Sin esas personas, todo carece de su sentido final.

Un año más seguimos aquí, un año más esto es lo que somos, esto es lo que hacemos y la mayoría de las veces, esto es por lo que vivimos. No necesitamos grandes olas, solamente un par de colegas y un sitio donde disfrutar. Es un privilegio, es una elección. Vívelo.