
Caminé.
Cuando no pude más, eche a andar y me propuse no mirar atrás. Caminé y caminé, y tras cada paso nunca se acabó el suelo. Recorrí valles y subi montañas. Atravesé desiertos y crucé junglas. Y cuando encontré la playa y el mar, siempre omnipotente, quiso detener mi camino, simplemente me adapté a la situación y lo respeté, sin miedo. Anduve a su vera durante meses, siempre hacia el horizonte.
Mis pies olvidaron el camino realizado, mi espalda solo recordaba los meses soportados.
Y yo caminé y caminé, siempre sin tener en la mente nada que no fuera alguna piedra que se interpusiera en mi andar.
Y caminé, caminé, caminé.
Pero llego el día en el que el mar decidió poner fin a mi camino. La tierra se acabó. Finisterre decían los pueblerinos. Así que allí, caminé hasta que mis pies tocaron las gélidas aguas.
Y una vez allí, lloré. Y lloré porque tu nombre y tu memoria me siguieron hasta el mismísimo fin del mundo...
No hay lugar donde esconderse de los sentimientos.
K
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